En Las Rozas, hay 24 mujeres empleadas en el servicio municipal de Ayuda a Domicilio que han dejado de cobrar hasta cuatro meses seguidos sin dejar de trabajar para la empresa concesionaria. El Ayuntamiento de Las Rozas adjudicó y renovó el contrato para la prestación de este servicio a la empresa FEMPSA S.L durante casi 9 años hasta que recientemente se ha conocido su quiebra económica. Ellas solas, todas mujeres inmigrantes, decidieron organizarse para denunciar las irregularidades que han sufrido desde el inicio del contrato. Este es un claro ejemplo de empleo feminizado y maltratado, el de los Cuidados a las personas dependientes. La Administración ha dejado deteriorar un servicio básico a su Comunidad y no protege a las cuidadoras que realizan una gran labor humana, dura en lo físico y emocional. Por el trato recibido y la vulnerabilidad de estas mujeres, nos preguntamos: y a ellas, ¿quién las cuida?. En este reportaje conversamos con trabajadora y usuaria para visibilizar las dos caras de los Cuidados.

 

Los Cuidados es una actividad humana que no computa en los datos de la Macroeconomía. Sin embargo, es el pilar más importante que sostiene a nuestra sociedad y está realizada casi en exclusividad por las mujeres. Por ésto, el feminismo ha teorizado en los últimos años sobre cómo sería la Economía de los Cuidados, poniendo en el Centro la sostenibilidad de la vida, el tiempo y la importante labor de las mujeres con el gran sector `dependiente´ de nuestra sociedad: nuestros hijos e hijas, mayores, enfermos y los que tienen diversas discapacidades funcionales. La huelga feminista que se anuncia con fuerza para el 8 de Marzo quiere visibilizar el aporte de las mujeres en la producción pero también en los Cuidados ya que ésta dedicación reúne las mayores paradojas de la explotación económica y de género. Además de ser un trabajo poco valorado e invisibilizado, es un mandato de género que recae sobre las mujeres con un peso moral, físico y no remunerado en el espacio privado.

Si bien es cierto, debido al progresivo envejecimiento de la población—2/3 de los dependientes— y la incorporación permanente de las mujeres al mercado laboral, se ha pretendido incluir entre las bases del Estado del Bienestar—Sanidad, Educación y Pensiones—una más, la Ley del 2006 `para la promoción de la Autonomía personal y atención a la Dependencia´. Sin embargo, a raíz de la crisis, los recortes presupuestarios—financiación repartida entre Estado, Comunidades Autónomas y Ayuntamientos— han hecho aún inviables las intenciones originarias y continúa recayendo en las mujeres o en un sector de empleo precarizado dirigido a mujeres aún más vulnerables, las inmigrantes. El resultado es la clara feminización de la pobreza.

 

Mujeres en la Ayuda a Domicilio de Las Rozas

 

`Los Cuidados´ en el centro de sus vidas

Graciela lleva 13 años trabajando en Ayuda a Domicilio en Las Rozas y tres más desde que llegó a España. En su país natal, Perú, era técnica contable. Tras separarse del padre de su hija decidió emigrar a España con un contrato de trabajo. Cinco años pasaron hasta que su madre la trajo a su hija y pudieron reencontrarse. Ahora que ella tiene 55 años, su hija 25 y terminando una carrera dice que “tengo asumido que por el sistema de vida aquí yo terminaría en una residencia, algo que no podría hacer con mi madre”. Sin embargo añade que ya tienen acordado con una de sus compañeras de trabajo, Belén, para que sea ella quien le de los cuidados en un futuro. A Graciela le gusta su trabajo pero ahora asegura que “estoy decepcionada porque en vez de mejorar empeora. Nadie le da valor en ningún sentido: ni la empresa, ni el ayuntamiento, ya que no ven el lado humano y nos tratan como peones”.

Belén tiene 31 años y está graduada como contable en Ecuador. Llegó a España hace 10 años, seis meses antes que su marido con un primer contrato como empleada de hogar. Los dos están trabajando en Ayuda a Domicilio. “Me gusta mucho cuidar, escuchar y aprendo a tener paciencia. Lo malo es que es precario y no nos respetan”. Cuando falleció su padre no pudo reunirse con su familia, ahora ella es la cabeza de familia a la distancia y les envía puntualmente dinero.

Dolores no quiere hablar de su dura vida en Ecuador.  A la muerte de su madre, decidió venir a España porque tenía un sobrino aquí y entró como turista hace 20 años. Su primer trabajo fue cuidando a las niñas de una familia que la trató bien y arreglaron sus papeles. Con ánimo de hacer cosas nuevas hizo un curso sobre cuidados en el Ayuntamiento de Las Rozas y comenzó a trabajar en el sector hace ya una década.

Cuidando de sus vecinos

Estas tres mujeres son las más veteranas en el servicio de Ayuda a Domicilio en Las Rozas. Han sido trabajadoras de la empresa FEMPSA S.L. desde la concesión del servicio. En el año 2016 esta empresa atendió a 1.322 usuarios frente a un censo de 2.397 personas que tienen reconocido un nivel de discapacidad del 33 % o más―2,58% de la población de Las Rozas frente al 4,77 %  de la Comunidad de Madrid―. Se destinó una partida presupuestaria de 337.295,77€ donde el 16,6% fue aportado por la CAM, el 77,44 % es cubierto por el ayuntamiento y casi el 6% por la persona usuaria.

Ellas cuentan que al principio no les pidieron ningún requisito para el trabajo,  ni tampoco la empresa las formó. Aunque al exigir la Comunidad de Madrid la formación del sector hace unos años, Dolores relata que “la empresa me presionó y me cobró 480 euros por un título validado por la Comunidad de Canarias que no me servía aquí”.

Tienen que compatibilizar este empleo con otros ingresos porque “500 o 600 euros de media jornada no da para vivir”. Belén explica que están unas horas en cada casa, “solo cobramos por horas trabajadas, no cuenta el tiempo de desplazamientos y no da el tiempo para llegar: cuando termino en Las Matas a las 10, tengo que esperar el bus casi media hora y a las 10:30 comienzo otra casa en el centro de Las Rozas”. Graciela dice que no compensa la jornada completa porque “los servicios pueden ser muy salteados o incluso a partir de las 22 horas”. De los 14 o 15 euros que la empresa recibe por cada hora del servicio, ellas están cobrando en torno a los 2 euros. Dolores está aún reclamando que le paguen horas extras según la tabla salarial y subraya que “a las  más nuevas les hacen contratos de 6 horas y hacen más de 30”.

Las tareas pueden ser muy duras con usuarios de edad avanzada o de trato difícil y dicen “no son como niños, son adultos que se comportan de otra forma. Están solos, tristes o depresivos y necesitan desahogarse. Los abrazos les calma y a veces tienen más confianza con nosotras que con la familia”. Otros con tetraplejias que necesitan el aseo diario y tienen que levantarlos porque no hay uso de grúas como correspondería y a veces no cuentan con la colaboración familiar. Este esfuerzo constante les ha provocado problemas de espalda o lumbalgias. Pero también viven riesgos de agresión por trastornos en los usuarios, “una compañera pidió ayuda urgente por teléfono y en la empresa nadie le respondió. Nosotras tuvimos que aconsejarla pero al día siguiente la acompañaron para que retomara sus labores en la misma casa”. También han soportado malas formas e insultos racistas, abusos sexuales como tocamientos o acusaciones de robo y la respuesta de la empresa siempre ha sido “hay que ser profesional”. Graciela afirma que ha necesitado una psicóloga cuando le ha tocado un mal usuario y apunta que “tenemos que luchar por cobrar, defendernos del trato de la empresa, hacernos oír en el Ayuntamiento y también darle calidad de vida al usuario”.

Cuando la vida tiene que afrontar la `dependencia´

Ángeles Prieto tiene 70 años y hace 10 que pidió la primera ayuda a raíz de un error al intervenirle un cáncer de cervis. En ese momento sus hijos estaban fuera de Madrid. Tuvo que dejar de trabajar y pasó mucho tiempo en cama con pañales.  Consiguió remontar esta situación pero cinco años después le sobrevino un cáncer de pulmón por el que le dieron unos días de vida. Un caso que quisieron investigar porque se redujo con la quimio y pudieron operar. Ella recalca que “tuve mucha suerte porque el cáncer me visitó dos veces y sólo me dejó su huella”. En la actualidad tiene reconocido un 40 % de dependencia pero se puede duchar sola y puede pasear aunque necesita apoyo para diversas tareas, “cariño ya tengo de mi familia pero no tengo total autonomía”. Su pensión por separación matrimonial es de 516 €— trabajó muchos años sin contrato porque su marido tenía el sueldo principal— y solo ha solicitado la Ayuda a Domicilio por tres horas y media a la semana porque no tiene coste. “Mi situación va a ir empeorando y mi `dependencia´ aumentará”. Belén es su cuidadora desde hace dos años y dice que “estoy muy contenta con ella, es muy educada. Lo hace de corazón y esto no se paga”. Ángeles está indignada con la situación de las trabajadoras que como Belén sufren miserias por sus condiciones laborales. “Tienen prohibido hasta tomar un vaso de agua en mi casa. He conocido a otras chicas que no tenían ni para comer o la han echado de su casa por no poder pagar el alquiler. Están enfermando con miedo a perder su trabajo y es una vergüenza que el Ayuntamiento les de tan solo un vale de comida”. Por ello dice que “quiero que este servicio se haga bien y que tengan un medio de vida digno. Estos trabajos son delicados y tienen que estar cubiertas, “han tenido que comprarse los guantes en el “chino” porque ya no se los daban para su trabajo. Una vez me enviaron a una chica sin contrato y no la acepté”. Ángeles insiste que “no es tan difícil hacer un buen cuadrante de horarios y una distribución lógica de zonas así como tener siempre personas de sustitución. El Ayuntamiento tiene que asegurar este servicio público”.

Hacerse oír, defender sus derechos

Algunas trabajadoras se sumaron con CCOO a la denuncia del ERE ―expediente de regulación de empleo―que decidió hacer la empresa en el 2012. Para el 2015 consiguen dos sentencias a su favor―con demanda de cantidades  y no considerando procedente el ERE―y es entonces cuando decidieron comunicarlo al alcalde y a la concejala de Servicios Sociales justo antes de que prorrogaran a la empresa por cuatro años más. Solo quedó constancia por Registro de su escrito porque nadie las recibió. Entre ellas no se conocían, de hecho Graciela y Belén se reconocieron en el autobús por el uniforme de trabajo. Con algunas más que localizaron intentaron organizar un sindicato pero perdieron la candidatura frente a la que presentó la propia empresa. Sus ánimos terminaron por agotarse.

Pero fue en octubre del 2017 cuando piden una reunión al grupo municipal Contigo por Las Rozas porque hacía dos meses que habían dejado de cobrar.  La concejala Patricia García fue informada de la situación y decide llevarlo a la comisión de vigilancia de la contratación del Ayuntamiento tras analizar el contrato con FEMPSA. “Pedimos responsabilidades al equipo de gobierno en la comisión porque había contratos ilegales que no cotizaban todas las horas,  ni pagaban según tabla salarial. Tampoco se abonaban ni complementos ni extras”.

El equipo de gobierno comienza a reaccionar y la empresa en quiebra accede a renunciar al contrato aunque tiene que mantener el servicio hasta que entre una nueva empresa. “Nos pusimos en contacto con CCOO, hicimos gestiones con la Concejalía y con técnicos municipales para forzar soluciones y se usó la fianza que la empresa depositó para ir resolviendo pagos de las trabajadoras a través del Ayuntamiento”. La burocracia es lenta y complicada y las trabajadoras han tenido dificultades para reclamar el pago de sus nóminas,  “no han tenido apoyo de la Concejalía responsable del contrato ni las han informado puntualmente de su situación por lo que han tenido que organizarse a través de CCOO e incluso pagando un abogado. Nosotros hemos colaborado en lo que hemos podido pero ni siquiera teníamos la lista de trabajadoras y ha sido difícil hacer un seguimiento de la situación de cada una de ellas. También hemos pedido que se articulen ayudas sociales específicas para que puedan pagar sus facturas de luz, calefacción, alquiler….y solo les han ofrecido un bono de comedor”.

Graciela, Belén y Dolores nos cuentan contentas que han conseguido con  19 votos renovar el comité de empresa el pasado 12 de Febrero y  Graciela es su representante. Recientemente han puesto encima de la mesa la huelga indefinida si el ayuntamiento no cumplía con los pagos  comprometidos porque aseguran que “dicen que se ponen en nuestro  lugar pero no es verdad, no importamos”. Por ello asistieron también al Pleno municipal del 28 de febrero con sus pancartas, un día antes de que  comenzara la nueva empresa.

La concejala de Contigo por Las Rozas argumenta que en este tipo de contratos donde el mayor gasto son las nóminas se debe de obligar a las empresas a través el pliego de condiciones a garantizar condiciones laborales dignas. “Si la política de contratación no cambia en el ayuntamiento volverá a pasar lo mismo. De hecho, los nuevos pliegos mantienen los mismos criterios de adjudicación del servicio que los anteriores: se selecciona a la empresa que hace la oferta más barata en ausencia de cualquier otra consideración relacionada con la calidad de la prestación del servicio y de las condiciones laborales de las trabajadoras. INEPRODES es la nueva empresa adjudicataria del servicio desde el 1 de Marzo y sabemos que tiene antecedentes de impagos”.

Los movimientos feministas reivindican en el 8 de Marzo la reorganización del sistema económico en base a los Cuidados con su reparto entre hombres y mujeres. Pero también denuncian la violencia  institucional hacia las mujeres cuidadoras.

Patricia García señala que en el municipio de Las Rozas hay un caso flagrante de `feminización de la pobreza´ en el servicio municipal de la Ayuda a Domicilio. “Con dinero público no se puede sostener a empresas que violan sistemáticamente los derechos laborales. Se ha tomado muy poco en serio al dejar entrar a una empresa pirata que ha tenido a sus trabajadoras en estado de esclavitud laboral para luego abandonar el contrato. Este servicio tiene que ser municipal porque es esencial y delicado y además porque es asumible. Si el servicio de Ayuda a Domicilio no se ha resentido, pese a la irresponsabilidad e incumplimientos de la empresa, ha sido por la voluntad y seriedad de las trabajadoras que a pesar de sus circunstancias han seguido prestando el servicio de una forma ejemplar”.